lunes, 27 de julio de 2009

“OJO DE AGUA”, UN MANATIAL DE POESIA

POEMARIO DE TANIA CASTRO GONZALES

Escribe: Julio Antonio Gutiérrez Samanez
He caminado tus pasos rotos hermana Luna, y vi brotar lágrimas y estrellas de tus ojos bellos y escuché tu dolido canto de ave que ha perdido el paraíso y te encontré entre la yerba y la sangre de la sangre; a ti, picaflor, colibrí; tejiendo el puente sagrado con tus versos; a ti, brillante joya de azul turquí, engastada en el ojo del ídolo de oro de mi sagrada idolatría. (Kutiry).

Como un parto, como un desgarramiento de la carne nació a la luz el poemario “OJO DE AGUA” de la talentosa escritora, poetisa y actriz Tania Castro Gonzales, llevando el sello de la Editorial Saqras.
Momentos de intensa emotividad vivimos quienes asistimos a la ceremonia de entrega de este libro, el influjo de vibrantes palabras y poesía desencadenada al viento y a los corazones nos tuvieron embelesados y llorosos.
Tania, volvía después de una larga convalecencia que la aquejaba y que casi nos la separa de este valle de sol, poesía, vino y lágrimas. Por eso, poeta y poesía son un retorno y un tributo de agradecimiento a la Pachamama y a los Auquis y Apus tutelares.
Acertadamente comentada por Oscar Liendo, otro practicante, estudioso e iluminado de nuestra cultura andina indígena, y Ana María Milla, a quien Tania llama Ana María Arcángel; pues, con su celestial presencia y dulce sonrisa fue la mentora de esta publicación. “OJO DE AGUA”, nace entre estrellas y talentos, es un pujio bondadoso de metáforas vividas, son las aguas-lágrima de un dolor milenario de cósmico sentimiento. Pues, brota después de la tormenta y es otro el paisaje que lo recibe, con otra luz, en un florido prado y verde primaveral de los espíritus selectos que lo acogen y que aman la excelencia de su genial creadora.
Fue la poesía y la amistad el elíxir de la vida que recuperó a Tania, junto con el inmenso amor paternal y maternal de Lucho y Rosina, los innumerables amigos diseminados por el mundo, desde el vecindario de San Blas y la bohemia juvenil de esta generación decantada, trasegada y añejada como el mejor licor espirituoso que bebemos en áureo cáliz, sorbo a sorbo, verso a verso: reverentes; al compás del burbujeo intenso del agua que sale a borbotones de este pujio o matinal que anuncia un río de poesía y canto, teatro y vida… o, como dice Tania: “Al origen….donde nace toda lágrima / nace también la vida / el río a diario / la música cósmica / la palabra”.
Me resbalo por el rodadero del poemario, imaginando a su creadora amaneciendo, somnolienta y bostezando, “con su pereza de marmota” engreída por la vida y generosa en su canto, asumiendo su sonido y sus silencios. Me reflejo en el espejo de sus ojos celestes y ruedo como una lágrima de esos límpidos manantiales.
Huyo con temor del “rojo río que del vientre brota para dar la vida”; me quedo con tu imagen virginal de marmota perezosa a la luz del alba y, también, “aquí recuesto el alma” como una piedra “en la eternidad de su instante”, para comprender el sonido de tu música y el pulimento de tu alma arrastrada en el caudaloso río de la existencia.
Tu voz trina como la de una avecilla herida; tu voz conmueve hasta las lágrimas, tus lágrimas curan mis llagas, secan mis heridas en la piel del tiempo. Visito tu jardín donde recoges la luz de la mañana para hilarla y tejerla en el manto multicolor de tus poemas. Pruebo de sus frutos, de su miel y ambrosía; me detengo a observar el nervioso revolotear del ave Fénix, aquel que desafía al fuego de la muerte y renace tercamente de sus cenizas, desde el polvo de nuestros olvidos. Me recuerdan el afán de hacer los nidos que se “deshacen y vuelve a hacer” para poner los huevos en que se incuba la vida.
Y, por fin, está allí, a mi frente la mujer reflejada en el espejo de agua.
¡Oh! Adán, ¿Acaso sea este el paraíso? Por las dudas, recuento mis costillas.

Ahora soplan “los buenos y malos vientos” en mi rostro:“Abuelitay se ha viajado para cambiar la suya / por la piel de una estrella. / El Antonio le ha visto con su ojo que no ve…”
Y el buen Jesús está allí, acomodándose, en las entrañas de María, mientras ella en sus afanes prepara el pan el añejo vino que será derramado con la sangre de su hijo, el subversivo, el iluso, el que quiso cambiar al hombre desde sus cimientos y raíces espirituales para terminar allí, colgado de la cruz, vendido, traicionado, sacrificado y usado para seguir explotándonos…Y, María, allí… y Jesús; también, allí: todavía en su vientre.
“En este jueves de pie de página”, yo leo y anoto “tu triunfo sobre la muerte” y, claro, te veo a ti, así “nívea y perlada”, “ya sólo poema, ya sólo palabra y poesía muy blanca”. Comprendo que estás hecha de piedra tallada por Pachacamaq, el sol y el río. Y, como tú, también quisiéramos volver un día para que te veamos caer, como dices, “del ojo de la llama del cielo: emocionada”; porque estamos “hartos de morir”.
Así es que me he encontrado entre tus versos con los penantes de los “pajonales de Akira”, las almas de los indígenas masacrados e insepultos “muertos a quemarropa”. Son las venas sangrantes de la patria, y fue igual en los pajonales, en los desiertos o en las selvas, como en Bagua, ahorita y calientito. ¿Y dónde estuvo el Coa tutelar? Sólo, quedaron como dices: “el ojo triste de la oveja y el vuelo del wamancha” como testigos de los gritos desgarradores y la metralla militar, dejando todo sin sonido. Sí, lo sé, pese a todo, renacerá nuestro pueblo como tú lo viste: “Ahí está la voz. / Ha habitado mucho tiempo/ estos cerros/ sin sonido. /Ahí está/ ya se ha visto grito: / viento de la retama”.
Y aquel amarillito, amarillando… volverá a florecer junto a los ñucchus y los Kantus de esta pradera mundo, que todos nos merecemos; aunque los usurpadores pretendan vender para sustraerle oro, cobre, hierro, petróleo y gas, con nuestra sangre y sudor de “indígenas”, que el sanguinario imperialismo parasitario del dios Dólar pretende engullir con el engaño del “desarrollo”.
Siguiéndote en tu viaje, en esa oscuridad de Ukhupacha una momia me mira “con la exactitud de sus ojos vacíos/ desde un rincón baldío de su ya eterno silencio”
¡Atakauuu! Diría mi abuela estremeciéndose entre sus tristes huesos en su tumba Imachá ruasharanki chay ukhupi; pues da miedo profanar los espacios oscuros de la muerte, donde está proscrita la luz y la curiosidad morbosa de la ciencia.
Como “pájaro libre” “hecho de viento”, desde Ukhupacha de los muertos, así vuela mi alma con la noche emplumada de tu poesía, cueva matinal, Tampu T’oqo, caverna de la nacionalidad. Y vuelo hacia la luz y la claridad de la mañana.
Y “sigo la línea”, hacia la paz incierta. Nuevamente te veo “marmota perezosa y redonda” y fisgoneo, -travieso-, por el ojo de una cerradura, tu lento despertar y desnudarte de “durazno mondado” y viéndote mojada con las aguas claras que te limpiarán “para la hora del amor” y suspiro: ¡Ay!... ¿a quién le darás de comer de tu amor a manos llenas?
Pero yo, ave migratoria o pájaro frutero atado estoy a otros ojos brujos que me esperan, por eso canto junto a los chihuacos y jilgueros del alba y me embriago al anochecer en la bohemia amical de los “machaq mozos”.
Por las mañanas dices lavar tus ropas y extender poemas en los cordeles. Allí, al frente, algún, admirador furtivo, contemplándote, estará.
En el “Lunesanto”, “después de la luna” el Wiraqocha cargado en andas va en su procesión a pie, bañado en ñucchus rojos, secuestrado por gente armada y los inefables batracios con polleras.
Los ángeles desalados y caídos, vamos a pie, aunque “estamos hechos de sol”, somos la grey engañada, conquistada y perdida, esperando un falso cielo, cuando, en verdad, debemos construirlo aquí y ahora, con nuestras manos. No, cuando seamos pasto de gusanos ni polvo de huesos.
Y, Wiraqocha, Apu yaya, crucificado y sangrante, llora por los ojos y el canto de sus “chaiñas”. “Lo aguardamos todos/ pasajeros de este tiempo”.
Tiemblo de frio, es cierto, estamos llegando al “invierno del hombre”, quizá por la enajenación por el oro, el dinero, la avaricia, la usura y la ganancia, perdimos la oportunidad de crear la primavera y ya parece tarde: ¿sucumbiremos?
Si pudiéramos ser raíz, nuevamente, para reverdecer desde la noche de los tiempos, para no ver el día en que perderemos el agua y esté seco el manantial, vacío el último OJO DE AGUA, exterminada la tierra y toda esperanza constructora.
Dime poeta, entre tanto universo y estrellas, sin otro planeta que nos cobije con el calor y el inmenso amor de Pachamama, de su hijo Wiraqocha Pachayachacheq, sus montañas, ojos de agua y nieves resplandecientes. ¿Qué haremos?